Actualmente se supone que debemos creer que la política
refleja nuestras opiniones y nos ayuda a configurar un espacio público
común. Los políticos hablan y nosotros
respondemos, con nuestros votos. Pero la verdad es muy distinta.
Al ciudadano se le dice QUÉ pensar y CÓMO pensarlo. Para
conseguirlo, dentro de la clase política (y de los medios de comunicación)
existen unos personajes muy curiosos, los demagogos. Después de lanzar sus
mensajes reciben el ECO de sus palabras de las gargantas de los ciudadanos. A partir
de ahí los políticos se atreven a expresar que sólo están obedeciendo el sentir
popular.
Los términos de referencia de la opinión popular han sido, previamente,
cuidadosamente predeterminados. Supuestamente se trata de fomentar la opinión
del público cuando en realidad, se está SUPRIMIENDO.
Se adormece su capacidad de reflexionar y se sustituye por UN
EFECTO “LORO”. (El loro es un ave tropical que a fuerza de escuchar cada día lo
mismo, aprende y repite palabras). En las democracias modernas, con el disfraz
del clamor del pueblo se puede engañar a la mayoría de la gente, la mayor parte
del tiempo.
Fuente: Tony Judt. Algo va mal. Prisa Ediciones. 2011
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